En su De interpretatione recta (1420), Leonardo Bruni (ca. 1370 / 1444) se explaya y analiza las ideas sobre la traducción, el traducir y el traductor que había desarrollado a lo largo de su labor de político, historiador, filósofo, investigador, traductor y traductólogo, también en discusión con sus contemporáneos, entre ellos, Alfonso de Cartagena. En ese texto, considerado el primer tratado moderno sobre la traducción en Occidente, además de identificar de forma novedosa para su época los distintos requisitos de una “traducción recta” y de, diríamos hoy, un “traductor competente”, su autor arremete contra otras traducciones de Aristóteles realizadas por personalidades destacadas de su tiempo y medievales e impondría un término y un concepto para el sujeto (traductor) y la actividad (traducción) (Folena, 1994) con ecos ciceronianos y jeronimianos y latinos en general, aunque no siempre, ya que al mismo tiempo, y en el mismo texto sigue utilizando interpres e interpretatione –ya desde el mismo título- respectivamente para el traductor y la traducción contemporáneos (cfr. Pérez González, 1995). El objetivo de este trabajo es dilucidar si en De interpretatione recta Bruni hace distinción entre traductor e intérprete, traducción e interpretación (como de alguna manera lo habían hecho Cicerón y Jerónimo) y si es posible encontrar la aspiración del autor de resignificar al sujeto traductor y el proceso/producto traducción en función de los nuevos lectores humanistas. Nuestra hipótesis es que efectivamente Bruni plantea conceptos y requisitos novedosos, en el intento de una modelización de la actividad y del producto, en un marco de ambigüedad terminológica –que se extiende, por lo demás, hasta nuestros días. De la lectura del texto completo (Furlan, 2011) y de las varias traducciones al español, al portugués y al italiano, así como de las distintas exégesis de autores contemporáneos, volvemos al original y analizamos el uso de los términos en cotexto y contexto.