Al inicio del ciclo democrático argentino en 1983, las Ciencias Sociales
concentraron su atención en la transición hacia sistemas institucionales estables que
pudieran reemplazar los regímenes dictatoriales del pasado. La calidad de las instituciones,
el clientelismo, las ciudadanías pasivas o de baja intensidad fueron temas recurrentes al
evaluar las condiciones de posibilidad de la democracia.
Sin embargo, la focalización institucional pasó por alto la profundización de un régimen de
acumulación concentrador y excluyente, durante los años de la dictadura cívico-militar, que
ha operado como un fuerte condicionamiento democrático. Ese sesgo ha estado presente
en los treinta años de nuestra renovada democracia. Y se traduce en una disputa política
entre proyectos opuestos de sociedad, que se diferencian en términos de patrones de
acumulación, perfiles institucionales y modelos culturales predominantes y por el rol que
asumen los principales protagonistas del sistema social y político.
Proyectos que no están plenamente conformados, ni son siempre visibles, sino que
expresan construcciones sociales que pueden avanzar no sólo por su fuerza interior, sino
también en función de circunstancias de contexto. Que reflejan una tensión abierta entre
una democracia de privilegios, donde los intereses de las mayorías se subordinan a los poderes corporativos, o una democracia de igualdades, donde los derechos y las
necesidades del conjunto de la población y especialmente de las mayorías populares son
prioritarias. Para avanzar en esta línea argumental, se proponen diez tesis políticas para el
debate democrático, que abren caminos interpretativos e invitan a la discusión.