Una estética puneña. Las urnas de Hermógenes Cayo, Puna de Jujuy (Argentina) décadas 1940-1960

Durante la colonia llegan a los Andes ideas y objetos, objetos que contienen potentes ideas y valores. Así como ingresan nuevas concepciones de propiedad y de producción, de relaciones de trabajo, llegan junto con el cristianismo nuevas maneras de culto, de concepción de lo sagrado y de representación del mismo. Entre estas materialidades, que fueron centrales en la instalación de la doctrina cristiana, llegaron las cajas de imaginero y capillas de santero, es decir los retablos portátiles de santos, santas y vírgenes. Estos, junto a las imágenes de bulto de mayor tamaño y a las pinturas, en tela o sobre las paredes, que conformaban el universo de imágenes y colores del interior de los templos cristianos, constituyeron elementos de gran importancia en la didáctica evangelizadora del cristianismo. Los retablos portátiles, llamados urnas en la puna de Jujuy, tienen además la particularidad de poder ser transportados. A partir del siglo XVII, en una segunda fase del proceso evangelizador, la Iglesia fomentó la relación individual y directa con las imágenes, lo que llevó a que familias e individuos de diferentes sectores de la sociedad colonial, tuvieran sus propios retablos portátiles o pinturas. El ingresar al ámbito doméstico, fuera del espacio colectivo de la iglesia, llevó a que fueran más fácilmente integrados a prácticas locales. Objetos e ideas fueron incorporados a las tramas de prácticas y valores indígenas de distintos modos, generando nuevas concepciones tanto para los cristianos, que intentaban frenar la autonomía de los indígenas en la apropiación de los cultos cristianos, como para los indígenas. José María Arguedas nos habla de una “versión original del catolicismo” que él llama indocristiano.