Propósitos y valoraciones de revistas culturales de Rosario en los años veinte

Entre fines de la década del diez y mediados de la siguiente surgieron en Rosario publicaciones culturales destinadas a informar y sensibilizar a sus lectores en el ámbito de las artes plásticas, la música y las letras; La Revista de “El Círculo”, Apolo y Argos entre ellas, proporcionaron un conjunto de ideas, propósitos y valoraciones comunes, más allá de sus diferencias. La revisión de estas revistas invita a considerarlas como una lente desde la cual apreciar los análisis sobre la situación cultural de la ciudad, sobre su “estado espiritual”, sobre las estrategias para revertir el “excesivo materialismo” y también para registrar un conjunto de voces que dictaminaron sobre obras, artistas y modalidades estéticas, así como para ejemplificar los modos de inserción de las mujeres en ellas. Los diagnósticos y los caminos para conjurarlos se ven en buena medida expresados en los editoriales y, en un sentido amplio, las tres se proponen revertir la falta de sensibilidad estética mediante instituciones, eventos y publicaciones que oficien de guías y nexos, de ahí el conjunto de artículos, imágenes e informaciones que propician esa fricción, al tiempo que revelan orientaciones estéticas y perspectivas personales. No es de extrañar que todas hayan sido pergeñadas y dirigidas por varones y que los escritores, músicos y artistas plásticos que atraviesan sus páginas también lo sean, aunque con algunas excepciones; por lo tanto las referencias a mujeres están mediadas por su pluma y por las ideas vigentes acerca de sus roles, pero aún en este contexto asoman expresiones de mujeres en las diferentes artes y en las letras. Esa lente que ofrecen las revistas trasluce, entonces, observaciones masculinas, pertenencias sociales y posiciones en la escena del arte y la cultura, por tanto estas publicaciones traducen parcelas de la vida cultural de la ciudad, sin duda de gran visibilidad con la distancia temporal. No hay que olvidar que estas publicaciones presuponen la existencia de una vida intelectual y artística incipiente pero con cierta intensidad, de creadores y obras, de cenáculos y circuitos de variado estatuto formal, como lo recordaron algunos de esos actores, que favorecieron el desarrollo de un espacio específico y con cierta autonomía para las artes, un sustrato donde se asentaron instituciones, salones, artistas, críticos, público y por supuesto revistas. Una vida artística iniciada con la llegada de pintores y decoradores europeos que se radicaron temporal o definitivamente para trabajar en grandes residencias, iglesias, teatros y que también oficiaron de maestros, continuada con la pléyade de jóvenes artistas que consolidaron la vigorosa escena del arte del siglo XX en la ciudad.