Cuenta Gershom Scholem, historiador de la tradición mística judía y amigo de Walter
Benjamin, que entre 1918 y 1919, época en que ambos residían en Suiza, solían conversar durante largas horas sobre política y socialismo. A veces intercalaban, entre diálogos y discusiones amistosas, lecturas conjuntas de publicaciones pedagógicas y políticas. De esas conversaciones “Una y otra vez emergía el anarquismo teocrático como la
más consistente respuesta política” (Scholem, 1975/2008, p. 140).
Actualmente, Benjamin es un pensador muy leído y requerido en varios campos
disciplinarios. Sus escritos son estudiados y discutidos por filósofos, sociólogos, teóricos de la cultura, del arte, de la literatura y de la comunicación. Hay nuevas ediciones
de sus obras, proliferan jornadas y congresos de importancia que llevan su nombre, así
como innumerables tesis de grado y de posgrado. Sin embargo, no quisiera afirmar que
Benjamin es un pensador actual. Por el contrario, diría que se trata de un pensador
inactual, intempestivo.