En los años sesenta los economistas argentinos debatieron distintas alternativas para encaminar el desarrollo y la acumulación en el orden interno. Para el logro de ese objetivo, se consideraba necesario impulsar la inversión, para lo que se precisaba diseñar mecanismos de financiamiento adecuados.
Partiendo de los mismos, este trabajo pretende mostrar que un importante conjunto de firmas de capital nacional pudo acceder a nuevas formas de fondeo y la política industrial se encaminó cada vez más a impulsar grandes empresas de capital local. Más allá de los vaivenes de cada proyecto, el Estado tuvo relativo éxito en el impulso de grandes obras (que en algunos casos permitieron iniciar la anhelada corriente de exportación manufacturera), a través de mecanismos específicos de canalización de recursos, en la última etapa de la estrategia de industrialización sustitutiva.