2019-06-142019-06-142016-031853-9580http://hdl.handle.net/2133/15274Nunca fui un experto en la obra de mi compatriota Eduardo Galeano. A lo sumo estudié (eso sí, con detenimiento) su obra más exitosa y acaso más lograda: Las venas abiertas de América Latina(1971). De hecho, la he usado en más de una vez, con provecho, en mis cursos de introducción a la sociedad y cultura coloniales. Tampoco he sido un gran fande su persona pública y mucho menos de la privada, a la cual jamás tuve ni quise tener acceso—a pesar de haber tenido que sufrir, por un periodo que prefiero no cuantificar, las consecuencias de su presencia (y la de su infaltable séquito de creyentes y adoradores) en mi lugar preferido en todo el mundo: el Café Bacacay de Montevideo. Sin embargo, por esas vueltas que tiene la vida, de la noche a la mañana me sorprendí a mí mismo escribiendo su obituario para Infojus(más sobre este malhadado sitio web en las líneas que siguen), un análisis de Las venas abiertaspara Radar(suplemento de Página 12), y dando una entrevista sobre el recientemente fallecido autor para elprograma radial Suena tremendo(CX 14, El Espectador, Uruguay).application/pdf147-151spaopenAccessEduardo GaleanoAzarAutoritarismoGaleano, el azar, el autoritarismo y yoarticleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/