2019-05-302019-05-302017-091853-9580http://hdl.handle.net/2133/15000Tan lejos de la inmovilidad, tan poco cercado por la inacción, ausente de la vaguedad distraída, de la ansiedad, incluso del cansancio, alguien lee. Tal vez si otro, que no lee, lo mirase, podría ver en esa manera de ensimismarse en la lectura una especie de ausencia. No ve un cuerpo, ve alguien que no está disponible. O si ve un cuerpo, acaso lo perciba asocial, como ocurriría en la radicalidad de un deseo, incluso de una obscenidad. Entonces el lector se aparta. Lo que hace se parece a esconderse para practicar, con lo que tiene entre sus manos, un acto impuro, amoral e inútil. La primera frase de Fantasmas del saber es una pregunta referida a ese apartarse: “¿Por qué, me he preguntado muchas veces, recuperando ese momento en el cual dejé de lado mis cuadernos escolares y vi que entre mis manos había un libro, necesité encerrarme para leerlo? Espontáneamente busqué un lugar que consideré propicio, me aislé y traté de que nadie viniera a perturbar lo que todavía no era una ceremonia secreta pero que lo era, así puedo considerarlo ahora, después de tantos años de soledades y libros”.application/pdf133-138spaopenAccessFantasmas del saberNoé JitrikPresentaciónLo que no cesa. Presentación de Fantasmas del saber, de Noé JitrikarticleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/