2019-05-232019-05-232018-031853-9580http://hdl.handle.net/2133/14862En un clásico ensayo sobre la escritura de ensayos en los periódicos, William Hazlitt vindica el estilo de Montaigne con las siguientes palabras: “Entre los ejemplos de crítica sobre autores que nos ha dejado, están las de Virgilio, Ovidio y Boccaccio, en la cuenta de los libros que él piensa leer, o (lo que es lo mismo) que descubre que puede leer en su vejez y que quizás cuenten entre las pocas críticas que merecen la pena leerse a cualquier edad” (41). Sin dudas, Excesos lectores, ascetismos iconográficos de José Emilio Burucúa se cuenta entre las pocas “biografías de lecturas” que merecen leerse a cualquier edad. La razón principal quizás sea la agudeza con la que el autor enumera la serie de libros que constituyen su vida de lecturas lejos del horizonte erudito, académico, del cual se vale para recorrer otras zonas de la lectura. Otras zonas cuyas presencias iluminan el libro con una fugacidad tanto impenetrable como fundamental: las vicisitudes del cuerpo, de los deseos, de la carne y la correlativa e inexorable decadencia. Esa honestidad, tan inusual, es lo que le agradecemos más calurosamente.application/pdf452-456spaopenAccessReseñaJosé Emilio BurucúaExcesos lectores, ascetismos iconográficosJosé Emilio Burucúa. Excesos lectores, ascetismos iconográficos. Buenos Aires: Ampersand, 2017articleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/