2020-12-032020-12-032019-10-241667-9989http://hdl.handle.net/2133/19400En el mes de abril del año 2018, en la villa 21.24 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un grupo de efectivos de la Prefectura Naval detuvo a tres jóvenes en un violento episodio en el que se vio involucrada gran parte de la comunidad que habita la zona de La Loma, un sector del barrio muy cercano a los márgenes del Riachuelo. El hecho en cuestión consistió en el abordaje por parte de dos efectivos de la Prefectura a un joven en uno de los pasillos internos de esta parte de la villa, con el propósito de identificarlo. El vecino había salido sin el documento de identidad, lo cual desató una discusión con los prefectos que fue escalando en niveles de violencia; otro morador, joven como el primero, estaba comprando cigarrillos en un kiosco cercano y decidió intervenir en el momento en que, según su relato, los dos prefectos golpeaban con alevosía al primer detenido (aquel que no había podido identificarse). Ante los gritos de los jóvenes, algunos vecinos y vecinas comenzaron a salir de sus casas para ver qué estaba ocurriendo. Los prefectos solicitaron refuerzos por radio, por lo que a los pocos minutos ya eran más de 20 los efectivos presentes; lo mismo ocurrió con los vecinos, en la medida en que llegaban más efectivos, más personas se sumaban al pasillo, con el objetivo de evitar que detuvieran a los jóvenes involucrados en la gresca. Con el correr de los minutos y con la llegada de los refuerzos, la tensión se fue incrementando; ante la intención de la Prefectura de llevarse como detenidos a los dos jóvenes (según el relato de los testigos, de una manera sumamente violenta, con golpes y patadas), varios vecinos se sumaron a un forcejeo cuerpo a cuerpo. La situación derivó en un enfrentamiento físico entre vecinos y prefectos que terminó con tres jóvenes detenidos; los tres estaban visiblemente lastimados, uno de ellos había perdido dientes y todos tenían el rostro ensangrentado, además de muchas dificultades para ponerse de pie. Uno de los detenidos por la Prefectura era el hermano de Pablo , un joven vecino del barrio con quien vengo trabajando desde mi primer acercamiento al campo. Apenas tomé conocimiento de lo que había pasado, lo contacté para visitarlo con la intención de realizar una entrevista informal sobre este acontecimiento y también sobre la situación de los jóvenes amigos y vecinos de L. en relación con el accionar de las fuerzas de seguridad en los últimos meses. A raíz de mi participación en varias actividades barriales y a partir de distintas conversaciones informales con vecinos y vecinas, había registrado un incremento en la preocupación general por el accionar de estas fuerzas, sobre todo en relación con una extensa serie de detenciones arbitrarias que incluían un comportamiento violento por parte de los efectivos. En palabras de los entrevistados, desde fines del año 2018 a esta parte la actitud generalizada de los efectivos de Prefectura Naval que patrullan el barrio se habría vuelto más agresiva: se incrementaron las detenciones al azar por averiguación de identidad, sobre todo con jóvenes varones, los abordajes se fueron volviendo cada vez más agresivos (incluyendo golpes, maltratos físicos, insultos, amenazas), algunas vecinas mencionaron haber sido abordadas en la calle, en presencia de sus familias, sin un fundamento claro de por qué se las detenía y con un trato muy hostil sobre todo hacia los hombres del grupo familiar. A partir de algunos de estos eventos, se fueron dando distintas instancias comunitarias de encuentro para debatir sobre el accionar de la fuerza y desarrollar alguna estrategia común de acción por parte de los vecinos y vecinas para la denuncia y visibilización de los abusos, en este marco de aumento de las prácticas de policiamiento ostensivo de las fuerzas de seguridad que operan en el territorio. Pablo aceptó enseguida mi propuesta y me invitó a su casa, que funciona también como un centro cultural y una unidad básica del Movimiento Evita, agrupación política de la que L. forma parte. Con el correr del tiempo, la entrevista se volvió una larga charla de más de dos horas, donde además de Pablo fueron hablando otros jóvenes del barrio que pasaban por la puerta y eran convidados a sumarse a la conversación. Durante esta entrevista informal colectiva, los jóvenes fueron relatando las detenciones que habían sufrido en el último tiempo por parte de la Prefectura, detallando el trato recibido por parte de los efectivos, con especial énfasis en las prácticas de hostigamiento de las que se sentían víctimas, y a las que calificaban como un trato “injusto”. Sin habérmelo propuesto a priori, el hecho de que la entrevista se desarrollara en un espacio de confianza para estos jóvenes, en un local al que referencian como un lugar para estar, para pasar el tiempo, permitió que surgieran en las voces de los entrevistados consideraciones muy personales sobre el sentimiento de “injusticia” que genera ser blanco del accionar arbitrario de las fuerzas de seguridad. En el presente trabajo, me propongo, en primer lugar, analizar una serie de sentimientos manifestados por los entrevistados de forma recurrente, buscando comprender su dimensión micropolítica y cómo a partir de ella se dramatizan cuestiones que tienen que ver con la dimensión macro-social. Siguiendo a Lutz (2012), considero que las emociones pueden ser abordadas como un discurso con efectos concretos en la vida pública, que sólo puede comprenderse en el contexto en el cual emergen y a partir de un ejercicio de desencialización que despoje a la emoción de cualquier naturaleza fija o estable, restringida a un self. En segundo lugar, me interesa poder vincular esta experiencia de campo con entrevistas más recientes a un joven de una favela3 de Niterói (Río de Janeiro, Brasil), donde también se relatan detenciones arbitrarias por parte de las fuerzas de seguridad, pero donde los sentimientos que se manifiestan son significativamente diferentes a los registrados en la charla con los jóvenes de la Villa 21.24. Siguiendo a Borgues Barbosa (2017), considero que comparar el objeto etnográfico con su repertorio simbólico nativo pero también con otras sociedades puede permitirnos echar luz sobre esa dimensión macrosocial que se manifiesta en los discursos sobre las emociones. Partiendo de un análisis de carácter contextualista, me propongo comprender cómo las emociones que aparecen en los discursos de los jóvenes operan como gramáticas de sentido (Borgues Barbosa, 2017) que permiten ubicarlos en una determinada y compleja red de relaciones, donde las propias emociones clasifican acciones y orientan los movimientos de aproximación y distanciamiento entre individuos y grupos. Tratándose de dos barrios distintos, en dos países diferentes, considero valioso poner en diálogo estos discursos para intentar comprender la especificidad de los sentimientos en relación con el ethos y la visión de mundo de los jóvenes entrevistados. En este ejercicio etnográfico me propongo plantear interrogantes que me permitan continuar indagando la dimensión moral de las emociones que aparecen en los discursos de las personas con las que trabajo y su relación con el contexto social, en tanto tejidos de sentidos que construyen la cultura emotiva de estos grupos sociales.application/pdfspaopenAccessEmoción y violenciaindagación comparativa sobre los efectos del abordaje policial en el discurso emotivo juvenildos barrios populares de Buenos Aires y Río de JaneiroEmoción y violencia: indagación comparativa sobre los efectos del abordaje policial en el discurso emotivo juvenil en dos barrios populares de Buenos Aires y Río de JaneiroconferenceObjectLos autoreshttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es