2019-06-132019-06-132016-091853-9580http://hdl.handle.net/2133/15252Hace pocos años, en plena crisis española, surgió en Madrid un equipo compuesto por arquitectos, urbanistas, economistas, comunicadores y sociólogos que se llamó “Laboratorio del procomún”. El proyecto proponía repensar la ciudad poniendo en escena una pregunta, ¿qué es lo común para sus integrantes? En principio, una des-limitación: lo común era aquello que no forma parte de los estados nacionales pero que también se escapaba del alcance de los privados; se constituía por los bienes no intercambiables –oque no deberían ser intercambiables–y que en algún sentido eran comunes a todos. El aire, el agua, el saber, la cultura, internet, la vida salvaje, entre otros. Elementos inclasificables, incuantificables, inadjetivables, impropios. Comunes. El asunto es por supuesto más amplio y no viene al caso continuarlo aquí, pero sin embargo me volvió a la mente al leer el maravilloso libro de Florencia Garramuño, Mundos en común. Ensayo sobre la inespecificidad en el arte.application/pdf470-473spaopenAccessReseñaFlorencia GarramuñoMundos en comúnFlorencia Garramuño. Mundos en común. Ensayos sobre la inespecificidad en el arte. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2015articleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/