2018-08-232018-08-2320040327-215Xhttp://hdl.handle.net/2133/11964En 1994, durante la convención de Arezzo llamado “In memory”, sobre los estragos nazis en Europa, escuché por primera vez hablar de la masacre de San Pancrazio y Civitella, en Toscana, cerca de Arezzo.1 La derecha había ganado las elecciones, y la izquierda estaba convencida de que las habían ganado porque había razones. Se atravesaba un período de grave crisis de legitimación por parte de los intelectuales de izquierda democráticos, antifascistas. Aquello que encontré sorprendente, fue la impresión –más bien el escándalo epistemológico, por citar al antropólogo Pietro Clemente– con el cual mis colegas historiadores y antropólogos descubrimos que la gente de Civitella antes que a los nazis, culpaba a los partisanos, y tomaban por buena esta memoria. Estaba impactado porque relatos de este género los había escuchado durante toda la vida: casi ninguno pudo estar exento de la memoria antipartisana, y en particular, mi pensamiento corrió hacia los relatos que flotaban en la atmósfera acerca de la responsabilidad de los partisanos en la masacre de las Fosas Ardeatinas en Roma, una historia que me ha obsesionado desde entonces hasta hoy.application/pdf35-48spaopenAccessEntrevistaHistoria oralMemoriaEl uso de la entrevista en la historia oralarticleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/