2018-09-122018-09-1220172408-4409http://hdl.handle.net/2133/12479Ante “La curva de Ebbinghaus”, el libro de Carolina Musa editado en 2016 por Baltasara Editora, me pregunté: ¿Quién fue Ebbinghaus? Busqué en el mar de datos que es la red, me quedé con esta parte de su entrada enciclopédica: “Empleó la repetición como medida para la memoria y, usándose a sí mismo como sujeto experimental y poesías y series de sílabas sin sentido consonantevocal-consonante como instrumento, se dedicó a su estudio”. Un científico detrás de un mecanismo humano como la memoria; un científico que usa la poesía para medir la memoria y afirma: la memoria se pierde, cada vez puedo recordar menos. Abrí el libro y encontré en el prólogo de Osvaldo Aguirre algo más: la memoria como efecto del olvido. Estamos constantemente olvidando. Cuánto más queremos recordar, menos podemos: algo se pierde, algo se disfraza, cambia su forma. En esa falta, en esa pérdida constante aparece la poesía, pero de manera inversa que en la fórmula de Ebbinghaus. La poesía se nutre del olvido, de la falacia, es en sí misma un artificio. Es lo que Carolina Musa reconoce en el último texto del libro: “Qué falacia las palabras. El pasado: falacia. La ficción de uno mismo en el relato más inverosímil. No sé porqué pierdo tiempo en estas cosas. La poesía es la única forma de narrarse. A vuelapluma, mintiéndose”application/pdf273-276spaopenAccessCarolina MusaPoesíaMemoriaOlvidoLa forma imperfecta de la memoria. Sobre Carolina Musa. La curva de Ebbinghaus. Rosario, Baltasara Editora. 2016.articleAutorhttps://creativecommons.org/licenses/by/3.0/deed.es